Laura Pérez Granados, Profesora y Doctora en Ciencias de la Educación del Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga (Andalucía)
Laura Pérez Granados (1982) es profesora del Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la Universidad de Málaga (UMA). Pedagoga y Doctora en Ciencias de la Educación. Sus principales líneas de investigación giran en torno a la innovación educativa, la formación del profesorado y la evaluación educativa. Su tesis doctoral titulada La selectividad universitaria en España y Finlandia. Criterios, estrategias e instrumentos de selección de candidatos para la formación inicial de profesorado, aborda el estudio de los procedimientos de selección de candidatos a la formación inicial de docentes.
1. ¿Cuál es su opinión respecto a las oposiciones de magisterio como herramienta para avalar la calidad de los profesionales que se incorporan a la escuela pública? ¿Facilitan realmente la incorporación de talento en los centros educativos?
El tema de la selección de docentes, tanto inicial como de acceso a la función pública, se ha convertido en los últimos años en el centro del debate público y en el foco principal de las decisiones políticas en materia educativa.
Los cambios sustantivos en las formas de vivir y de entender el mundo en las últimas décadas, han producido una manera diferente, más compleja, de definir lo que supone ser docente en el siglo XXI. Estos nuevos retos que se plantean a los docentes, exigen a su vez nuevos procesos selectivos en los que se puedan detectar a las personas que se ajusten en mayor medida al perfil que dicha profesión necesita. Según están formuladas las tradicionales oposiciones, centradas excesivamente en los contenidos disciplinares, no constituyen un procedimiento válido ni fiable para garantizar el acceso de aspirantes que cumplan con las distintas dimensiones que contempla la profesión docente en la actualidad.
2. ¿Qué mejoras o estrategias recomendaría para garantizar la calidad del profesorado que se incorpora en la escuela pública?
En primer lugar, creo que una cuestión a tener en cuenta, y que está estrechamente unida a la calidad docente, es la confianza en el profesorado, en sus posibilidades. Lo que ocurre en este país es que ponemos en tela de juicio y sospechamos de cada actuación que realizan los docentes en el aula, cuando en realidad deberíamos admirar la labor que realizan a diario planificando el trabajo y atendiendo a las particularidades de los contextos en los que se encuentran.
Una segunda cuestión clave para mejorar la calidad del profesorado que se incorpora a la escuela pública, es contar con una buena formación inicial. A este respecto, el foco se centra en reformular los programas de formación en coherencia con los cambios que ha experimentado nuestra sociedad. En ellos, además de contar con una sólida formación pedagógica y práctica, se debe promover la innovación e investigación educativa como herramientas que ayuden a perfeccionar la labor del docente, así como formar para la inclusión y para la atención de un alumnado cada vez más diverso (de distinto origen familiar, con diferentes intereses, capacidades, inquietudes..).
En definitiva, se trata de creer en la autonomía de los docentes que han sido formados en un currículum acorde con los tiempos actuales. Para el diseño de este nuevo planteamiento, se requiere la coordinación tanto de la administración competente como de todos los agentes que forman parte de la comunidad educativa.
3. ¿Considera que la estructura y los temarios de las oposiciones están adaptados realmente a las necesidades de la escuela? ¿qué cambios propondría?
El acceso a la función pública docente no puede seguir enfocado principalmente a la realización de pruebas que intentan medir los contenidos acumulados en la formación inicial.
Como ya avanzábamos en la primera cuestión de esta entrevista, las pruebas diseñadas para tal fin deben orientarse en otro sentido.
En los últimos años los debates sobre formación docente ponen el punto de mira en las cualidades o predisposiciones personales que deben tener aquellos que quieran dedicarse a la docencia. Se habla de que los docentes deben ser unos apasionados de su trabajo, mostrar empatía, responsabilidad, profesionalidad, además de ser innovadores, trabajar en equipo… Pero esta aparente sencillez, en los términos que se utilizan para describir las cualidades o actitudes hacia la docencia, contrastan con la posibilidad de elaborar unos criterios que definan lo que es ser un "buen maestro", y por supuesto con la dificultad de incluirlos en un nuevo procedimiento de selección. ¿Cómo se puede valorar de un candidato el nivel de compromiso con la educación? ¿O cómo medir el grado de responsabilidad hacia la profesión que se aspira?
Si éste es el escenario predominante, está claro que los actuales temarios de las oposiciones ni se ajustan ni se acercan a las necesidades reales de nuestro sistema educativo. Estas pruebas, en todo caso, miden la capacidad de memoria que se tiene, pero no pueden medir otras capacidades más relevantes para ejercer la docencia, como son la capacidad de reflexionar, analizar, formular propuestas, experimentar y crear. Por lo tanto, el gran reto consiste en diseñar pruebas que puedan valorar esos aspectos que hemos señalado. Y ahí es donde realmente está la complejidad, en dar respuesta a las propias cuestiones que planteo. La clave está en pensar estas pruebas desde la perspectiva del paradigma de competencias, donde también entren en juego las distintas dimensiones que conforman este concepto.
4. ¿Qué opina respecto a que las interinidades den puntos en las oposiciones?
Creo que a aquellas personas que han demostrado su idoneidad y capacidad para integrarse al cuerpo de docentes y que han trabajado durante años en la función pública se les tiene que reconocer sus derechos. Las administraciones deberían realizar un esfuerzo y consolidar la situación de los interinos. Abordar el posible estancamiento de los que ya llevan años "dentro" del sistema, ya que los jóvenes que desean acceder a la docencia se ven excluidos por los que acumulan puntos por su antigüedad. Por eso, el sistema de acceso debe reformularse, porque no beneficia ni a los que ya llevan años ejerciendo su labor como docentes, ni a los nuevos aspirantes que estando bien preparados ven mermadas sus posibilidades de acceder a la función pública en igualdad de oportunidades que el resto.
"Estas pruebas, en todo caso, miden la capacidad de memoria que se tiene, pero no pueden medir otras capacidades más relevantes para ejercer la docencia, como son la capacidad de reflexionar, analizar, formular propuestas, experimentar y crear".
5. ¿Cree que las oposiciones deberían centrarse en las competencias del profesorado y no tanto en sus conocimientos?
Las oposiciones deberían buscar el equilibrio entre los diferentes componentes curriculares, tales como dominar unos contenidos, es decir, conocer la materia, saber emplear las distintas técnicas didácticas, conocer y comprender los procesos de enseñanza y aprendizaje y, desde la perspectiva comentada anteriormente, contemplar los aspectos actitudinales.
6. ¿Qué buenas prácticas en Europa y otros países del mundo propondría como referentes para seleccionar al profesorado y tratar de avalar su calidad?
El caso que mejor conozco es el del sistema educativo de Finlandia, contexto de estudio de mi Tesis Doctoral, donde la sociedad confía plenamente en el profesorado, y esto tiene mucho sentido ya que una vez adquirida la condición docente no hay motivo para pensar lo contrario.
Creer en la autonomía de un profesorado bien formado es la clave de éxito de su sistema educativo. Subrayo de su procedimiento, aunque cada centro tiene sus propias herramientas de selección, el hecho de no utilizar exámenes para elegir a los candidatos, sino contemplar otros mecanismos que les ayuden a valorar de los aspirantes no solo las capacidades intelectuales sino también poseer excelentes habilidades interpersonales. Estos procedimientos incluyen principalmente entrevistas personales y pruebas prácticas que ponen al aspirante en situaciones problemáticas reales. Los destaco porque están en la línea con lo que comentaba anteriormente, sobre la coherencia de establecer pruebas que valoren más los distintos componentes que forman parte de las competencias docentes.
7. ¿Qué buenas prácticas en cuanto a selección de profesorado y métodos para avalar sus competencias destacaría del sistema concertado y privado?
Precisamente hace pocos días leí un estudio sobre la opinión de los docentes en torno al sistema de acceso a la función docente, donde se incluían tanto los centros de titularidad pública como concertada o privada. Los resultados eran abrumadores porque cerca del 70% de los encuestados, incluyendo a docentes de las distintas etapas educativas, señalaban la necesaria reforma del sistema actual de selección para acceder a la profesión docente en el sistema público.
Los procedimientos empleados en los centros de titularidad concertada y privada, los cuáles suelen utilizar entrevistas personales como instrumento de selección, tampoco convencen a aquellos aspirantes que tienen que someterse a ellos. En este sentido, subrayo aquellos procesos que de forma no arbitraria seleccionan a los candidatos a través de pruebas que permitan conectar adecuadamente la formación inicial recibida con el ejercicio de la profesión, donde se valoren no solamente las cuestiones técnicas, sino también una sólida formación pedagógica y práctica, como ya hemos comentado en cuestiones anteriores.
8. ¿Qué alternativas sugiere valorar para acreditar las competencias del profesorado en su tarea educativa?
Creo que no se trata de imaginar sofisticados sistemas de evaluación docente, sino de diseñar actividades que nos aporten información relevante sobre el quehacer diario del profesorado, con la idea de conocer, comprender, valorar y mejorar sus competencias profesionales.
Es interesante la idea de elaborar, por parte de los docentes, portafolios que recojan evidencias de los procesos de aprendizaje del alumnado, sus opiniones y valoraciones sobre la labor docente; así como materiales de trabajo, tareas, proyectos y demás actividades que nos permitan entender mejor cómo se desarrolla el proceso de enseñanza y aprendizaje. Esto nos ayudará a tomar decisiones y a mejorar nuestra labor.
Otra estrategia muy potente de evaluación de nuestras competencias es la observación entre iguales, es decir, compartir con otros colegas la enseñanza en el aula para analizar la práctica, comprenderla y mejorarla.
9. ¿Cómo se pueden garantizar las competencias del profesorado a lo largo de su carrera profesional? ¿Qué tipo de herramienta de control de calidad propondría y cada cuánto tiempo?
Creo que hay que alejar al docente de los procesos que pretenden "controlar" su labor profesional, al menos de aquellos que ejercen presiones hacia la rendición de cuentas de manera estandarizada y bajo la aplicación de normas que en nada se corresponden con conocer la labor educativa que desarrollan en los centros. Por ello, en esta última cuestión, insisto en reivindicar la autonomía profesional como un derecho que debe acompañar a los docentes en el ejercicio de sus funciones.
Además, aquí entra en juego la calidad de la enseñanza, un tema extremadamente controvertido, donde no existe un consenso general acerca de qué entendemos por una educación de calidad y cuáles son los mejores medios para conseguirla. Pero salvando la ambigüedad que caracteriza al término cuando se aplica al sector educativo, los docentes que ejercen su labor en los centros públicos deberían asumir el compromiso de un desarrollo profesional que contemplen planes de mejora profesional, de participación en el desarrollo curricular, de elaboración de proyectos de investigación e innovación y de su puesta en marcha… En definitiva, consiste en mejorar sus competencias profesionales y someterlas a una continua revisión. Hacerlo de forma transparente y abierta ante la sociedad es indispensable, de la misma manera que la evaluación de su desempeño deberá hacerse desde la perspectiva que busque la mejora de la función docente de forma relevante, libre de amenazas, y que sea realmente formativa.
También es necesario liberar al docente de las excesivas tareas burocráticas que le han sido asignadas y que han ido aumentando con cada ley educativa soportada en nuestro país. Este aspecto resta tiempo para la docencia, la innovación y la investigación, ejes fundamentales para mejorar las competencias docentes. Por ello, la administración educativa no puede primar la burocracia frente a la pedagogía, y el control de resultados, del que hablábamos anteriormente, frente a la autonomía pedagógica.